martes, 9 de febrero de 2016

Segovia


Si vives en Madrid, es difícil no haber ido nunca a Segovia.
 
 



Qué puedo contar de Segovia que no se haya contado ya, y mejor que pueda hacerlo yo.
 
He visitado Segovia en muchas ocasiones, y siempre descubro algo nuevo. Esto no sólo me ocurre en Segovia, también en Madrid, e incluso en mi pueblo, que es mucho más chiquito.

En esta ocasión descubrí la Casa Museo de Antonio Machado.

Destinado a la cátedra de francés del Instituto de Segovia, Antonio Machado llegó a la ciudad el 25 de noviembre de 1919. A los pocos días vino a vivir a esta casa, una pensión regentada por doña Luisa Torrego. Aquí permaneció hasta 1932.

La casa está repleta de recuerdos del poeta. Los retratos de Machado, sus libros, los muebles, el dormitorio, la cocina o la estufa de petróleo que ayudaba a calentar la fría estancia en los días del invierno segoviano.





La de Segovia es una etapa muy creativa, desde el punto de vista literario. En esta casa, Machado escribió gran parte de su obra teatral, creó dos de sus personajes más famosos —Juan de Mairena y Abel Martín— y conoció a su nueva musa y amor platónico, Guiomar, con la que se reunía los fines de semana en Madrid.

“Esta casa es lo único que queda original de Machado, junto con las tres aulas en las que dio clase —Soria, Segovia y Baeza—”, afirma César Gutiérrez. “Aquí puede sentirse la esencia del poeta”.

s muy popular la anécdota relatada por el propio Machado, cuando a la pregunta de su patrona sobre por qué dormía con la ventana abierta en pleno invierno, el poeta respondía: "Para que salga el frío, señora. Para que salga el frío".

 
 
En la memoria, han quedado para siempre los poemas que Machado dedica a este su segundo amor, versos como éste de Otras canciones a Guiomar:
I
¡Sólo tu figura,
como una centella blanca,
en mi noche oscura!
*
¡Y en la tersa arena,
cerca de la mar,
tu carne rosa y morena,
súbitamente, Guiomar!
*
En el gris del muro,
cárcel y aposento,
y en un paisaje futuro
con sólo tu voz y el viento;
*
en el nácar frío
de tu zarcillo en mi boca,
Guiomar, y en el calofrío
de una amanecida loca;
*
asomada al malecón
que bate la mar de un sueño,
y bajo el arco del ceño
de mi vigilia, a traición,
¡siempre tú! Guiomar, Guiomar,
mírame en ti castigado:
reo de haberte creado,
ya no te puedo olvidar.


 
La habitación de Antonio Machado está situada al final del recorrido. Es sin duda la estancia que  más emoción nos producirá contemplar y que el propio poeta describiría en sus versos como

"Blanca hospedería, 
 celda del viajero,
 con la sombra mía".

Citando de nuevo a José Montero Padilla, él recoge en su libro Antonio Machado en su Casa-Museo de Segovia el inventario de los muebles que compró la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce; con respecto al dormitorio, podemos leer lo siguiente:

"Una cama de hierro con adornos dorados, con su colchón y mantas, almohada y colcha de algodón color amarillo. Un armario bajo de madera pintada en negro. Mesilla de noche de madera color chocolate. Un pañito blanco cubre la mesilla. Una percha de madera con colgaderos de metal y remates de porcelana. Una butaca tapizada. Dos sillas de madera. Una silla de rejilla. Lavabo de madera curvada con su palangana de loza y jarro y cubo de lata. Una palomilla de cristal y un vaso para los dientes. Una mesa tocador de madera de nogal. Un espejo con marco de madera. Una estufa de petróleo. Una escupidera de loza. Cesto de papeles, de alambrera. Un cenicero de cristal. Camilla con sus ropas (faldas y tapete). Un número de "La Prensa" de 25 de agosto de 1929. Un aparato de luz (brazo con pantalla de cristal blanco y bombilla). Una alfombrilla. Visillos de balcón".
 
Ante tal descripción, sólo nos queda detenernos en el umbral de la puerta y dejarnos envolver por la humildad que llena cada rincón de esta habitación, quizá la más intimista de toda la Casa-Museo y la que más nos acerca a Machado, a su mundo. Un lugar modesto y económico era lo único que necesitaba el poeta a su llegada a Segovia. Y en él vivió los años que se quedó en la ciudad. Viendo ahora, aquí, el sencillo mobiliario que rodeó a Machado en su día a día, no podemos evitar recordar aquellos versos que cierran su famoso poema Retrato y que nos sirven de despedida:

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
 
como él escribió a su amada Guiomar en una de sus cartas, nos despedimos diciendo:
 
"Adiós. Me voy a soñar contigo por esas calles de Segovia" 

Iglesia de la Vera Cruz de Segovia (foto: destinocastillayleon)


 
Antigua Sinagoga de Segovia (foto: destinocastillayleon)
 
Algunos textos han sido extraidos de Unaventanadesdemadrid.