miércoles, 20 de marzo de 2013

In memoriam

Hay días en que la pena y el dolor lo inundan todo. Días en que esperas que ese dolor vaya desapareciendo, aunque sabes que lo hará poquito a poco. Días en que compruebas que el corazón duele, y duele mucho. Pero sabes que el dolor se diluye, aunque la pena quedará por siempre: cuando veas una boina, un reloj de bolsillo, el rincón del jardín donde le gustaba sentarse y mirar pasar la vida, cuando bajes al huerto que tanto amó y cuando vuelvas al pueblo del que no quiso irse jamás, y al pueblo al que volvió para quedarse siempre.

En estos días he visto morir a mi padre. Y al contrario de lo que siempre pensé, no he tenido miedo al verle morir, sino un dolor insoportable, una tristeza infinita. Soy consciente de que mi padre era mayor, pero era mi padre, y la muerte de un progenitor nos deja huérfanos, tengamos la edad que tengamos. Me alegro de haber estado con él en el momento de irse, de haber sujetado sus manos entre las mías, de haberle besado hasta el infinito, de decirle que fuera valiente como siempre fue, que se fuera tranquilo, que nunca le íbamos a olvidar. Fue duro, la vivencia más dura a la que me he enfrentado en mis 50 años de vida, pero estuve con él, y espero que eso le ayudara a que todo fuera más sencillo, a que no se sintiera solo.

Qué injusta, qué maldita, qué cabrona la muerte que no nos mata a nosotros sino a los que amamos. Carlos Fuentes (1929-2012) Periodista y escritor mexicano.